Es bien sabido que durante muchos años la mexicana fue una economía cerrada en la que sin excepción alguna se le daba preferencia a los productos nacionales frente a los extranjeros, de manera que, por ejemplo, si dentro del país había quién produjera clavos no se permitía la importación de éstos pues se debían de consumir los clavos nacionales, lo que les permitía a los productores contar prácticamente con un mercado cautivo.
Con la globalización y la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio para América del Norte, esas ventajas se acabaron y aunque paulatinamente se han ido abriendo los distintos rubros de la economía al mercado del TLCAN y otros mercados más, cada día es mayor la competencia entre los productores nacionales y los extranjeros. Pero lamentablemente éstos últimos van ganando las sucesivas batallas que se presentan en muy diversos frentes.
Una prueba de ello es la forma en que los productos chinos están invadiendo el mercado nacional, de manera especial en lo que se refiere a enseres domésticos, por citar unos cuantos ejemplos en ese rubro, podemos decir que un vaso de vidrio hecho en México vale casi tres veces más que uno producido en China; igual proporción se presenta en un juego de cubiertos; y en el caso de una plancha, las de origen chino apenas si rebasan los cien pesos, mientras que las mexicanas casi llegan a los ciento ochenta.
Lo que se ha dado en llamar la marcha incesante del dragón chino, amenaza seriamente a muchos productores nacionales, quienes para poder mantenerse en el mercado tendrán que hacer, junto con el gobierno, algo más que apelar al sentido nacionalista de los consumidores, ya que éstos, en las condiciones actuales en que la capacidad adquisitiva del dinero es limitada, prefieren comprar barato que ser tenidos por patriotas
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